jueves, 3 de marzo de 2011

Boquerón Stat




El fenómeno del turismo conlleva una serie de intercambios e influencias altamente beneficiosos. Como el paradigma económico nos ha cambiado la percepción de qué es más importante, o directamente nos implanta su visión, habrá que mirar también las rentas que genera. Por tanto vamos a analizar a pelo el aporte en euros, sin considerar deterioro ambiental, huella ecológica o desgaste cultural del territorio de acogida.
 Importaría bastante a donde vaya ese ingreso, sobre todo si la mayoría son beneficios privados. Y por ahora no descontaremos los costes que se deben soportar, casi todos inversiones de la Administración pública, digamos que de nuestros impuestos.

Aunque decir Málaga es decir turismo en Andalucía, el estereotipo de visitante y de estancia vacacional de los años 70 y 80 no debe engañarnos. Ese desapareció literalmente en 1998, según estos datos (*). Seguro que se debe a los mercados internacionales emergentes, pero el caso es que el viajero que llega a Sevilla, Granada o Cádiz viene y se gasta cada vez más (vamos a suponer que eso sea bueno). El que viene a la Costa del Sol gastaba 68 euros al día, más bien 11300 pesetas, pero descubrió que, en vez de pagar hotel y alquilar un coche, mejor se compraba un apartamento (o casa de campo) y se traía su viejo trasto rematriculado, y así pagaba 31 euros en 2002. Vaya chollo. Así hasta en 2009, que con todo lo que ha subido el coste de la vida continua por debajo de los 50 euros, que serían 8000 pesetas de diez años atrás o más bien la mitad efectiva si le aplicamos la inflación correspondiente.

Cuando ese mismo turista u otro compatriota va a Córdoba, Granada o Sevilla, gasta más de 70 euros, y 90 si visita Jaén. Claro, que será porque va a visitar monumentos, parques naturales, pueblos típicos y en definitiva, a hacer turismo, no como gran parte de los 8 millones que anualmente vienen a la Costa del Sol.

*Datos oficiales del Instituto de Estadística de Andalucía
Buena década para jienenses y cordobeses, que han visto la evolución de como un turista sobrevivía con  unos 20 euros al día (solo cabe que fuesen cicloturistas, porque ni entonces el combustible estaba tan barato), hasta soltar más de 80 per cápita, con lo que ya hay para buenos hoteles, gastronomía razonable y ver mucho y bien. Claro, a partir de hoy, tendremos que enfrentarnos a procesos acusatorios de antimalagueñismo. Pero me alegro por los andaluces de interior.

Con la pléyade de expertos en turismo, instituciones que promocionan el destino Costa del Sol y la imagen de "marca consolidada" en el mundo mundial, nadie que sepamos ha difundido ni analizado qué pasa aquí. Parece ser que mientras más visitantes distinguidos (de Michelle Obama al dictador rey Fahd de las Arabias) peor va la cosa. Mientras más campos de golf, menos pasta dejan los turistas; mientras más boato escénico, más miseria tras los decorados. Mientras más comitivas de ineptos a Travel Markets, Tourists Meeting y Fitures, más rácanos son los resultados.

Y eso que hablamos de la década dorada de la econonomía inmobiliaria, ¿o será precisamente por eso?




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